sábado, 12 de noviembre de 2011

Y yo que pasaba de casualidad

Opeth es un grupo que significó mucho para mí en otros tiempos, durante años lo consideraba la mayor representación de la perfección en la música, pero los tiempos cambian y los gustos también, aunque no puedo negra que lo que este grupo sueco me ofrecía siempre me pareció muy interesante, aunque ya no anduviera yo buscando una música tan cercana al metal y en especial al death pero poco a poco fui librándome de mis prejuicios contra todo lo que yo había sido y me centré en disfrutar los poco grupos que aún a mi parecer seguían teniendo calidad. La faceta más melódica de Opeth siempre me pareció muy sugerente pero en el disco Damnation me percaté de que ese encanto tenía que llevar de la mano una potencia contrastante y ahora siento que el grupo está en una línea más acorde no sólo a lo que a mi me pueda interesar, sino a lo que el propio Mikael Akerfeldt quiere hacer con su grupo. Aunque el disco aún no sea tan exquisito como anteriores trabajos como Blackwater Park o Ghosts Reveries goza de un estilo que con un poco más de refinamiento podrá llegar a ser incluso más satisfactorios que sus álbumes más destacados. De todos modos hay cortes muy destacables como éste, el cual considero de gran influencia por parte del progresivo de los 70 rindiendo un claro homenaje a flautistas como Ian Anderson (Jethro Tull) o Andrew Latimer (Camel):

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